El Americano

Henry James es un autor cuya importancia capital se hace hoy más preclara que nunca. Su obra adquiere una profundidad y vigencia que se extienden, cómodamente, hasta nuestros días, con el cultivo extraordinario y meticuloso de la ambigüedad que para el lector constituye, unas veces, su deleite y, otras, su desesperación. A pesar de su preciosista descripción de ambientes y delicada caracterización de personajes, existe en el tono general de sus obras una soterrada tensión que, poco a poco, como la niebla de un cuadro de Whistler, llena de incertidumbre la naturaleza y destino de los hechos relatados.En la novela "El Americano.", cuando la felicidad pasa a ocupar ese lugar en el que se vuelve idéntica al dolor, un hombre puede admitir que el reino de la sabiduría se ha quedado transitoriamente en suspenso, bajo el peso de una carga que el corazón no distingue si es de oro o de plomo.Es indudable que James, a través de la opacidad del discurso de los narradores de sus obras, lo vacilante de sus puntos de vista, son los rasgos que acusan una deliberada intención de llenar de claroscuros e indefiniciones una narrativa que, hasta entonces, legaba en la omnipotencia del narrador de la novela realista un trono de infalibilidad. El lector, intrigado, suspendido su juicio, rodeado más de silencios que de certezas, se ve obligado a colaborar con el autor en la tarea de construir el sentido del texto.