Publisher's Synopsis
Nos impresiona siempre la brevedad con que Dios nos relata los grandes acontecimientos tanto de los siglos como también de la vida de sus siervos. Ajeno a la Palabra de Dios está el espíritu del siglo 21 que con mucho alarde engrandece a ciertos hombres. Es refrescante volver a la Palabra y encontrar que ha habido hombres escogidos por Dios, como Pablo que, sin exaltarse a sí mismos, han dejado huellas indelebles para la gloria de Dios. No dudamos que Dios tiene todavía sus verdaderos siervos que humildemente le sirven en Espíritu y en verdad, cuyos nombres permanecen desconocidos en el mundo, pero que serán revelados en el tribunal de Cristo.
Saulo consintió en la muerte de Esteban guardando las ropas de los testigos que le apedreaban. En su religión aventajaba a los de su nación e iba a la vanguardia de los que perseguían a la iglesia. En su furor contra los de ese "camino" les perseguía casa por casa, y arrastrando a hombres y a mujeres les entregaba a prisiones. En las sinagogas les castigaba, obligándoles a blasfemar, y no satisfecho con lo que hacía en su propia nación él comenzó una campaña de persecución dirigida contra los judíos creyentes, residentes en ciudades extranjeras. Viajó a Damasco a fin de traer de allí algunos para que fuesen castigados en Jerusalén.
En camino a Damasco, Saulo, blasfemo, perseguidor e injuriador, primero de los pecadores, encontró al Señor Jesús. Cerca a Damasco, a pleno mediodía, humillado en el polvo del camino, enceguecido por una gloria más brillante que la del sol y convicto de su grande equivocación, Saulo fue recibido a misericordia. Aceptó como su Señor a "aquel Jesús" y comenzó una trayectoria que se caracterizó por la pregunta, ¿Qué quieres que yo haga? Bienaventurado todo humilde siervo de Cristo que, con "ojo bueno" y lleno de luz, sólo se preocupa por saber y hacer la voluntad de su Señor.
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