Publisher's Synopsis
Este libro, lejos de ser un acopio de información, pretende rendir un humilde homenaje a la vida y al pensamiento de los grandes hombres de la Ciencia. A aquellos que, poseyendo una inteligencia superior, construyeron un edificio teórico sólido, que nos permite explicar en parte, el funcionamiento del mundo que nos rodea. Esta obra irá mostrando, a partir de las vicisitudes y las anécdotas de sus vidas y de las circunstancias del tiempo que les tocó vivir, la esencia de sus teorías; y cómo estas han permitido los avances científicos que nos hacen lo que somos porque abrieron los caminos intelectuales por los que hoy nos movemos. Ellos fueron los pioneros en la navegación del gran río. De Ptolomeo y su Sol a Galileo y su Tierra, de Newton y su Determinismo a Einstein y su Relatividad. En suma, aquí se cuenta la aventura de la razón vista a través del prisma de unos ojos particulares.La simetría de las teorías científicas se aproxima a la explicación de la realidad. Podríamos decir que el cosmos parece revelarse contra las condiciones matemáticas que se le quieren imponer y en su lucha únicamente consigue desviarse un poco de los modelos ideales. Y es que de la observación del mundo físico, desde los procesos subatómicos a las teorías moleculares; desde la pequeñez de la Tierra a la inmensidad de las estrellas, las galaxias y del propio Cosmos; todo parece obedecer a unos modelos y leyes racionales cuyo elemento conciliador es el de poseer uno o varios elementos de simetría. Pensemos, por ejemplo en las alas de una mariposa, en la disposición del cuerpo de los seres vivos, en la forma de las montañas y hasta en nuestros propios edificios. Y desde este punto agrandemos la mirada hacia la cuidada forma de los planetas y los soles, o concentrémosla en el girar vertiginoso de los electrones en torno al núcleo. Los modelos simétricos están presentes, en mayor o menor medida, en la explicación de todos los fenómenos. Es más: la simetría vive en nuestra propia mente.La cuarta dimensión no es si no otro elemento que viene completar esa simetría de las Leyes de la Física para hacerlas más universales, más coherentes y más uniformes dentro de la estructura científica que las protege. Las matemáticas permiten diseñar mundos de muchas dimensiones, pero durante siglos únicamente tres eran las responsables de los fenómenos físicos, reunidas bajo la palabra espacio. Cualquier objeto del mundo podía referenciarse de manera inequívoca gracias a sus tres coordenadas espaciales (largo, ancho y alto) y la evolución de cualquier fenómeno también se controlaba con esas variables, ayudadas por otra más esquiva e independiente llamada tiempo. El tiempo pertenecía a otra categoría distinta de las anteriores; actuaba por su cuenta, sin someterse a los dictados de las otras tres. Y de hecho parece que es así en la mayoría de los fenómenos, pero eso es sólo un esbozo de la verdad. Tuvieron que pasar dos milenios hasta que se consiguió atrapar al esquivo tiempo y ensamblarlo con el espacio en igualdad de condiciones. Todos los logros acumulados a lo largo de la Historia de la Física se tambalearon hace poco más de cien años. Un genio llamado Albert Einstein parecía, desde su juventud excéntrica, amenazar al castillo de naipes que era la Ciencia; pero lejos de ello, lo que hizo fue recolocar de nuevo las cartas para que, pese la oposición de nuestros sentidos, el castillo científico adquiriese una solidez matemática, intelectual y lógica que ha permitido la construcción de nuestro presente. En ese momento, y sólo entonces se terminó fraguando la historia definitiva de la cuarta dimensión.