Palabras en el vino

Creciendo, la espiga ha dejado el germen atrás. Muchos le hemos hecho de regadío, el abono lo ha acopiado de sus diversas fuentes. Poética saliendo de la ineditez, que ha ido poco a poco dándose a conocer desde los predios locales hasta los nacionales paso a paso, levantándose después de las caídas, recomenzando y avanzando para ahora brillar modestamente, como el anónimo que escancia sus palabras valiosas en las copas de los que la van a beber. Apreciamos el valor de estas palabras. Son un acopio de lo mejor que se alcanza madurando, decantando, casi añejándose en la despensa de las tres P: prudencia, paciencia y, sobre todo, perseverancia. Sin dudas hay esencialidad en el escueto lenguaje que discurre sin grandes artilugios ni sobresaltos. Sale de una raíz reflexiva, de un impulso existencial que vislumbra concisión. Avanza como un breve soplo de aire fresco sobre la aridez. Retiene y parte del Misterio, lo reconoce y lo drena en cada libación, cada sorbo ha filtrado trascendentalidad. Saboreamos las proximidades del poeta, el entorno que le rodea y discurre cotidiano, cuando, apoyándose en los nombres de los que le han circundado con cierto aporte a la potencia del licor, identificamos sucesos y trasiegos sugeridos en las temáticas, vivencialidad y nitidez en el coloquio, claridad. No hay por qué etiquetar al vino, eso lo dejamos para lo que vendrá.