Publisher's Synopsis
La vida de Winston Churchill
El gran estadista que derrotó a Hitler
Las formas en que diferentes historiadores y biógrafos han definido al protagonista de este libro son muchas y, a menudo, discordantes entre ellas.
Churchill era "un animal de pelea indomable", o "un terco y obstinado que siempre quería imponer su propia voluntad", o "sabía moverse de un caballo a otro en pleno apogeo para ser siempre un ganador", o un hombre político que desde su juventud sólo creyó en el polvo a balazos. Podríamos seguir con estas definiciones durante varias páginas. Winston Churchill, independientemente del juicio que se quiera dar, según se mire desde un ángulo u otro, sin duda fue un hombre fuera de lo común.
Más allá de las capacidades políticas y militares, sobre las que la posteridad seguirá discutiendo durante mucho tiempo, vivió su vida de protagonista de su tiempo suspendido en algunas fortalezas (y que algunos también vieron como sus debilidades). Era de un egocentrismo que en la Europa de la época sólo se encontraba en Hitler, Stalin y Mussolini. Dotado de un profundo sentido de la imaginación y la estética pensó y creó cada uno de sus gestos en clave
Amante de las actitudes excéntricas, suficiente para llevar un chándal para una recepción diplomática y para visitar a los soldados en el frente, en el desierto, con una bonita sombrilla blanca, incluso en los gestos más banales, buscaba el toque que pudiera aportarle al atención de los demás: la forma de hacerlos subir al cielo remolinos de humo de su cigarro, la forma en que gesticulaba durante Jim Benson
discursos o conversaciones, la grandilocuente elegancia de algunas intervenciones oratorias o de algunas de sus páginas, incluso el gesto de sus dedos en forma de V, que tenían un claro significado provocador para el enemigo.
Algún crítico malicioso escribió que Churchill 'habría podido ser un maravilloso director para un gran espectáculo de music-hall'. Un hombre que ciertamente necesitaba demostrarse a sí mismo y a los demás que es 'diferente', que sin duda es el mejor y por lo tanto digno del bastón de mando.
Acostumbrados a biografías edificantes, no podemos y no queremos emitir juicios a favor o en contra de su comportamiento como hombre líder del Imperio Británico en los últimos años de su fuerza, pero incluso en el umbral de su ocaso.
Podemos decir que junto al mérito de haber vigorizado y fortalecido el espíritu inglés frente a la amenaza nazi en Europa, convive el demérito de no haber intuido en toda su gravedad el peligro alemán a principios de los años 30, junto con el mérito de haber sabido para convencer a los Estados Unidos de unirse a Europa en la guerra contra las potencias del "Eje", el demérito de haber defendido acérrimo la mentalidad colonial de Inglaterra.