Publisher's Synopsis
En la larga vida de doña Juana de Llarena Calderón Westerling, marquesa de Acialcázar y Torrehermosa, nacida el año de la Revolución Francesa, 1789 y fallecida en 1883, a los noventa y cuatro años, sucedieron los principales acontecimientos que provocaron no solo una crisis sin parangón en la Monarquía Hispánica, que inicia la invasión napoleónica, y produce la quiebra de las instituciones del Antiguo Régimen, lo que induce a la inestabilidad política y socio económica que castigó a las Islas Canarias de una manera brutal, pues ocasionó hambrunas y provocó una emigración a América, toda una constante en épocas de crisis.Una vez más, la cota más alta alcanzada en la vida social, como supuso el matrimonio de una jovencísima dama, con un joven Tomás de Nava Grimón, marqués de Villanueva del Prado, que reunió en un solo techo dos fortunas importantísimas tanto en Gran Canaria como en Tenerife, a lo largo de tan larga vida se disgregará por razones múltiples, una de las cuales en la permanencia de los contratos enfitéuticos que tan bien sirvieron desde la época de los romanos, pero que al cambio de los tiempos y de las disposiciones legales se muestran anacrónicos y máxime cuando la vid comienza a ser decepada y los campos de granos abandonados ante los ínfimos precios que producen la importación de grano foráneos. Convirtiéndose toda la actividad agrícola a la de subsistencia, fundamentada en hortalizas, maíz y papas.Todo ello culmina en la implosión que supone la abolición de los vínculos y mayorazgos que al contrario de lo acaecido en los territorios forales, descapitaliza a la sociedad canaria, dejándola en manos de comerciantes y prestamistas. Por lo que las disposiciones testamentarias de doña Juana de Llarena Calderón, queriendo mejorar y proteger a sus hijos, va a producir la destrucción no solo de los vínculos y mayorazgos que conforman su hacienda, yendo al inmediato sucesor la mitad del caudal y repartiéndose el resto entre su abundante descendencia.No se trata solo de describir meticulosamente, cómo después de nueve años se produjo una partición voluntaria, de la mano de dos grandes juristas, como fueron Cabrera Topham y Rodríguez Moure, que desplegó, este último, sus dotes de persuasión y negociación entre herederos ya con cierta edad y desconfianza. Son dos libros que describen la implosión patrimonial de una familia que venía acreciendo su caudal desde el siglo XVI, sino también el contexto de crisis de la vida de la población en general, donde solo escaparon algunos comerciantes ricos, especuladores y administradores dedicados a la política municipal y de partido, sufriendo los campesinos y los terratenientes el desplome de precios y la falta de infraestructuras e iniciativa de un Estado débil y lejano.