Publisher's Synopsis
EN 1864, treinta años antes de iniciarse la guerra entre la China y el Japón, tan gloriosa para éste como humillante para aquélla, el entonces secretario de la sociedad de Geografía de Francia, el ilustre escritor Ricardo Cortambert, escribía en una de sus notables obras lo siguiente: "En el mes de abril de 1862 llegaron por vez primera al territorio francés unos embajadores japoneses. Este hecho era tanto más notable cuanto que, hasta entonces, los japoneses habían permanecido completamente aislados, rehusando siempre entablar relaciones diplomáticas y comerciales con las demás naciones. El aislamiento era una de las bases de su política. "Entraron, pues, en una nueva vía, y Europa debe regocijarse deello, pues no hay en Asia pueblo que merezca más ser estudiado. Los japoneses forman una nación progresiva y son acaso el único pueblo del mundo que se civiliza sin corromperse. "Los viajeros han admirado siempre la rectitud de su juicio, la elevación de sus sentimientos y su prodigiosa facilidad para aprenderlo todo. En verdad que constituyen las delicias de mi corazón, decía de ellos San Francisco Javier, El ilustre apóstol los convertía a millares y hallaba en el Japón el país de sus sueños, es decir, un centro filosófico y eminentemente honrado, una sociedad ávida de conocimientos nuevos, ingenua y sabia, joven y madura a la vez, con el corazón de un niño y la cabeza de un hombre ya hecho y habituado a los estudios másáridos y más abstractos. "Sería injuriar a los japoneses el confundirlos con los chinos: éstos, aunque agudos y sutiles, forman una nación profundamente corrompida; aquéllos poseen la verdadera civilización, supuesto que se halla exenta de vicios . Todo tiende a hacer suponer que la China es el edificio que se hunde, mientras el Japón es el monumento que se levanta.ACASO SALDRÁN DE ALLÍ LOS REGENERADORES DEL ASIA.