Publisher's Synopsis
"Este es el comienzo de una apasionante y conmovedora novela: la historia de María Victoria Olivera, una mujer que nació en la ciudad de Río de Janeiro y que, por caprichos del destino, fue llevada de niña a vivir en Suvaco da Cobra, uno de los lugares más hermosos y populares de Sao Paulo, Brasil.
Sin embargo, este encantador vecindario es también una favela algo peligrosa ante los ojos del mundo; donde los disparos de armamento de largo alcance resuenan al alba, ahuyentando el sueño de quienes descansan en sus moradas con la ilusión de poder salir al día siguiente a trabajar honradamente. Las balaceras descontroladas dejan tras de sí un susurro inquietante en el viento y el aliento helado de la muerte, dejando manchas de sangre que son el pan cotidiano en algunos sectores.
Muchos pensarán que lo que estoy a punto de relatar carece de significado o sentido; se preguntarán si es realidad, ficción o simplemente el fruto de mi fantasía.
Lo que es evidente y preciso es que, si leen estas palabras con atención, poco a poco penetrara en su entendimiento, invadirá la última gota de sangre que corre por sus venas, escudriñará la célula más recóndita de su ser y brindara paz a su corazón. Después de ello, su alma será libre, tan libre como un águila sin dueño, liberada como los destellos relampagueantes de una tempestad, con alas desplegadas como el cóndor, amo y señor de los Andes."
María Victoria es un chica muy sonriente y trabajadora; sus cachetes rosados son el reflejo del frio que se siente en la cima de la favela Suvaco da Cobra, un barrio alejado de la tranquilidad de muchos. Se destaca entre las demás mujeres por su brillantez; le gusta ser juiciosa y respetar a quienes la rodean. Sin embargo, no lleva el apellido de su padre: su progenitor la desamparó cuando apenas contaba con tres años de edad, despreciándola en el momento en que más necesitaba de su amor.
Vive con Alexandre Do Santos, así se llama esta figura, esta silueta hecha hombre: un ser viviente de un metro setenta y siete de estatura, contextura muy escuálida; sus piernas son como los tarugos de la cancha de futbol más antigua y alejada del barrio. Tiene una cabellera negra como las nubes de una tormenta al anochecer; es un individuo bien parecido con descendencia italiana por parte de su padre, pero orgullosamente brasileño: herencia ancestral que le dejó su difunta madre. Posee unos ojos grandes y saltones color miel, que te hipnotizan y reflejan serenidad y confianza; sin embargo, son tan confusos e inciertos que te hacen sentir miedo aterrador e incredulidad profunda.
Esa desconfianza te envuelve y te trasmite aterramiento inquietante. Pero, a la larga, es simplemente la mirada de un hombre común y corriente: un ser que no pudo vivir con una gran herida que cambió el rumbo de su existencia, desboronando por completo lo poco que aún conservaba en su alma y su espíritu.