Publisher's Synopsis
Desde que ingresó a las milicias provinciales en Valladolid, Michoacán, hasta que estuvo a punto de sucumbir entre las escabrosas defensas del cerro de Cóporo, en la misma provincia de la entonces Nueva España, Agustín de Iturbide dio pruebas más que sobradas de disciplina y valor, de eficiencia y entrega absoluta al virreinato.En este lapso, que es el que comprende el presente trabajo, el vallisoletano demostró un absoluto apego y acatamiento a los altos mandos coloniales, y en premio a sus servicios en el campo de batalla y en la conducción de los convoyes de plata que inyectaban vida a la Corona, recibió los reconocimientos consiguientes: La comandancia del Regimiento de Infantería de Celaya, el mando militar de las provincias de Guanajuato y Michoacán, y del Ejército del Norte, formado por Félix María Calleja del Rey con el expreso objetivo de enfrentar al temible poderío que estaba desplegando el ejército dirigido por el más brillante soldado de la guerra de Independencia, el generalísimo José María Morelos.A dichos extremos cronológicos se circunscribe la presente investigación, que fue posible en primer término, gracias a los documentos rescatados por Luis González Obregón, Francisco Fernández del Castillo y Nicolás Rangel, con el título de Correspondencia y Diario Militar de don Agustín de Iturbide. 1810-1813, y a la correspondencia de los virreyes Francisco Xavier Venegas y Calleja del Rey con Iturbide; publicados por el Archivo General de la Nación, de la Secretaría de Gobernación, en el año de 1923. También ha sido de inestimable importancia la consulta del Cuadro Histórico de la Revolución Mexicana, de Carlos María de Bustamante; la compilación Independencia de México. Causas anteriores a la proclamación de la Independencia, de Genaro García, y la Colección de documentos para la historia de la Guerra de Independencia de México, de 1808 a 1821, de Juan E. Hernández y Dávalos, además de varios documentos complementarios posteriores, imprescindibles para la conformación de este volumen.En ningún momento se trató de delinear apología alguna del hombre que como observa Alamán, siempre estuvo "deseoso de grandes empresas", sino con base en los elementos informativos asequibles y en los testimonios del propio personaje -obviamente cargados de subjetividad-, dibujar al menos los contornos del esfuerzo que llevó a cabo en su proyecto casi mesiánico de exterminar las partidas insurgentes que en las provincias de Michoacán y Guanajuato proliferaban y que por las dificultades para someterlas, más tarde le inducirían a pensar en la conveniencia de desviarse del camino previamente recorrido, para emprender el novedoso de la Independencia, no dudando en pactar alianzas estratégicas con sus antiguos antagonistas.Agustín de Iturbide, por sobre todas las cosas, fue un militar paradigmático, siempre escoltado por el éxito -sólo por debajo, cien años más tarde, de Álvaro Obregón-, pero sin duda se trató de un cruzado de la fe realista que se consagró en cuerpo y alma a una causa que parecía haber triunfado tras el colapso de Morelos, hasta que de repente España volvió a sacudirse con el nuevo sismo antimonarquista de Rafael del Riego, dando al traste con los sueños de restauración monárquica en suelo americano.
