Publisher's Synopsis
El corazón no es dueño del amor y en ocasiones hay pasiones insanas que señorean sus dominios. De repente el amor se empodera del alma convirtiéndola en prisionera que arrastra cadenas durante todo el resto de la existencia del desgraciado que cae en sus garras, un amor desbordante que se convierte en un frenesí de amargos sufrimientos, una corona de espinas en la frente de un nazareno cuyo único pecado fue posar sus ojos en una mujer en la que no debía y que la sociedad señala como prohibida y califica ese deseo como incestuoso.Gira la noria del destino y en una de sus vueltas enlaza a un hombre con una mujer que ha parido la desgracia para el desdichado que posa sus ojos en ella, siendo la pobre la menos culpable de los embates azarosos que una injusta femida coloca en brazos del incauto hombre. Como dijo aquella santa: No se sabe quién es más pecador, si el paga por la peca o el que peca por la paga. Pobre de aquel que mira con deliquio a esa mujer que le tiende el lazo, sin reparar que es progenie de quien es dueña de la pretendida prenda. Oh infeliz que corre tras esa flor que ya otros ha gozado sus perfumes, pero que en su ceguedad de viril pasión no atiende los reclamos de la razón y solamente ve en esa moza carne a la más hermosa de las mujeres, y se regodea en la dicha de tenerla cerca, casi al alcance de su mano y la muy ladina alienta con cimbreante caminar y sugestivas poses esa pasión maldita que ruje como enfurecido mar que choca contra los acantilados seniles que se desmoronan ante el embate de esas miradas llenas de lascivia juvenil.Es esta una historia en que se narran las desventuras de un amor que por desgracia, le acaecen a un alma atormentada por una pasión que tuvo que ocultar ante los ojos de una sociedad pacata que condena sin piedad, mirando una brizna de paja en ojo ajeno, sin ver la viga en el propio.Los sucesos aquí descritos son imaginación del autor, pero que en el fondo reflejan algo que es de común ocurrencia a muchas personas que deben afrontar ese sentimiento pasional engendrado por un ser que desafortunadamente hace parte de la cotidianidad. Culpables o no, los dos se ven involucrados a escondidas en una lasciva pasión que se alimenta del insano deseo de poseer aquello que no es permitido, un fruto prohibido que se codicia más que aquel a que se tiene derecho en la legalidad de las normas que establece el orden social. Un deseo que prima sobre todo lo demás, una satisfacción que debe ser llenada para calmar el incendio sensual que quema el alma de dos seres que se aman en las sombras, que se entregan furtivamente a la menor oportunidad, que disimulan ante los demás ese instinto que los consume y los hace explotar de pasión enardecedora; un amor que se expresa con gestos y miradas, con roces y suspiros, con insaciables deseos y temores.La ahijada es pues, una fruta prohibida que sabe a gloria cuando se pueden saborear sus deliquios en improvisado tálamo, donde los pétalos casi virginales se desfloran y su aroma enardece cual fina fragancia de exóticos lugares, cuyo perfume impregna hasta lo más profundos y recónditos lugares del alma.No juzgues a nadie y lo condenes por eso, ya la vida misma ha castigado y condenado a cueles mazmorras a quienes por desgracia incurrieron en tal delito.