Publisher's Synopsis
Lo que aquí cuento sucedió hace mucho tiempo, cuando yo era niño. Tendría unos diez años y me gustaba conocer el mundo. Siempre estaba atento a las apariciones del dueño de las simas y de los barrancos. Este era un ser del tamaño de un niño que salía de las cuevas o de las simas para cuidar esa parte de la naturaleza. Su nombre lo decía todo. Yahaw tz'unew o dueño de las simas y hondonadas. Su mundo era el mundo subterráneo, no se mostraba a la gente, pues era tímido y no les confiaba a los humanos. Los adultos también contaban cuentos sobre el dueño de los cerros y de los valles. De todos estos seres míticos, la llorona, el sombrerón y los fantasmas me causaban temor.
En aquel entonces, la vida en el pueblo era muy tranquila, pues todos se conocían y se ayudaban. No había carreteras ni carros, y los niños podían jugar en las calles sin peligro de ser atropellados. Tampoco había electricidad en la comunidad y la gente hacia el fuego con el ocote. De noche, todas las casas de la aldea eran alumbradas por el candil de kerosene.
De día, me gustaba ir al bosque para ver pájaros y así conocí muchas simas y cuevas alrededor de la aldea. Una tarde, mientras jugaba con mis amiguitos, descubrí una sima al pie de un gran árbol. Quise bajar a explorar, pero no pude, pues me acompañaba Lakatakosik, mi perro, y él no podía bajar en ese gran agujero. Tampoco quise bajar solo, pues tenía miedo de caer en las profundidades y encontrarme con xtx'anhal witz, la culebra gigante que vive en las cuevas. Se llama así porque es como el intestino de los cerros, una serpiente gigantesca que algunos habían visto cargando un cofrecito de dinero detrás de su cabeza. Después de jugar con mis amigos, regresé a mi casa y me quedé pensando en aquella sima.
¿Qué encontraría allí, si pudiera bajar?
Al día siguiente, decidí ir a inspeccionar con mi perro Lakatakosik. Al llegar a esa sima escondida entre los matorrales al pie de aquel árbol, mi perro ladró. Así me di cuenta de que un niño desconocido estaba allí en la orilla de la sima. Me acerqué y vi que en realidad era un adulto, pero del tamaño de un niño. Él era, pues, un niño travieso que salía de su mundo a la tierra para buscar amigos, y yo quise ser su mejor amigo. Me contó maravillas de su mundo y le supliqué que me llevara a conocerlo. Así fue como ese niño viejo que conocí en la orilla de la sima me invitó a conocer su mundo subterráneo.
Fue un viaje increíble que no olvidaré, especialmente ese mundo secreto de los dinosaurios. Tal vez fue un sueño, aunque para mí fue algo muy real. Lo quiero contar a los niños que siguen amando y deseando ver mundos extraordinarios que solo se pueden ver con ojos de niño.
Me propuse escribir esta aventura del niño Witol porque una mañana, Daniel, mi nietecito de siete años, me dijo: "Grandpapapá, ¿por qué escribes libros con muchas letras y sin dibujos?, son muy aburridos así. Escribe un libro para niños y con muchos dibujos para que sea interesante y divertido. Yo puedo hacer los dibujos para el libro, si no puede dibujar. Pero quiero uno donde haya dinosaurios, pues me encantan esos animales gigantes".
Él escribe sus libros con pocas palabras y con muchos dibujos. "Ya terminé varios libros y tú no has terminado, ni uno", me decía. Fue así que le dije que escribiríamos el libro juntos. Yo las letras y él los dibujos. Daniel se ilusionó y cada mañana, ya estaba esperándome en la sala para exigirme trabajar en el libro. Así comenzamos a trabajar este librito. Los dibujos son de Daniel, quien ha leído y sabe mucho de los dinosaurios, pues aún vive en ese mundo de la gran imaginación. El mundo de los niños.